domingo, 24 de noviembre de 2013

Yo y "lo otro"

Hoy comienzo este blog que servirá para haceros comentarios en torno a todo tipo de temas relacionados con Un Curso de Milagros. 

Aún cuando vivo en Getxo y dirijo un grupo de estudio de Un curso de milagros en Algorta, todos sois bienvenidos a comentar mis palabras.

Empezaré con algo breve pero profundo, un poco abstracto y extraordinariamente relevante, lo llamaré Yo y lo otro

A primera vista nos parece vivir en un mundo en el que nos resulta fácil separarnos de todo de lo que vemos ajeno a nuestro cuerpo, y que llamamos "lo otro". De hecho, lo llamamos "lo otro" porque no nos identificamos con ello en absoluto. Quizá algunos digan que no se identifican con su cuerpo, pero aún así, se siente alienados de ese mundo exterior que llaman el universo, la realidad o lo que sea. 

Eso es lo que parece, pero no es así.

La verdad es que somos todo lo que vemos. Percibir es proyectar, así que todo nos pertenece, somos causa de todo, y todo es nuestra responsabilidad.

Raro ¿no?

Esto, que no parece ser más que un bonito pronunciamiento, es más real que cualquier cosa que podamos tocar, ver o percibir con cualquier sentido. 

Como os he prometido ser breve, no voy a extenderme y me voy a ceñir simplemente a una prueba empírica irrefutable que os convencerá.

La realidad, que creemos que está afuera, en realidad proviene desde el fondo de nuestra conciencia, y eso sí que lo podemos experimentar con absoluta certeza.

Fijaos cómo en todo momento la realidad "exterior" se ajusta perfectamente a nuestro estado mental. Si  estamos enfadados...vivimos en un mundo hostil. Si estamos alegres y confiados...así son las personas que se cruzan en nuestro camino... las cosas que nos ocurren. 

Demos una vuelta de tuerca más a este razonamiento y veamos lo que ocurre cuando nos encontramos en un estado mental y pasamos a otro...todo lo de afuera cambia también. Así es como se hacen los milagros, tan simple como eso. La realidad física se transforma con un cambio de perspectiva.

Podemos hacer la prueba con un ejemplo sencillo, un clásico. Estamos agobiados buscando un sitio dónde aparcar el coche y no encontramos ninguno. Cada vez nos ponemos peor, más tensos, más enfadados. Entonces, si nos miramos desde fuera, y viendo nuestro enfado simplemente nos decidimos a cambiarlo... ¡Ya está!

En ese instante aparentemente nada será diferente, pero ocurrirán dos cosas a cual mejor. En primer lugar nos quitaremos un enorme peso de encima: la frustración. Y en segundo lugar, no dudéis de que el problema externo dejará de serlo y encontraremos una solución.

Para hacer bien este ejercicio mental, y que funcione, no hace falta tener fe en absoluto.Lo único imprescindible es hacerlo con total honestidad, poniendo en ello, tanto nuestra mente como nuestro corazón.

Una última cosa. ¿Os habéis dado cuenta cómo cada vez que nos apuramos por llegar a un sitio, SIEMPRE comprobamos al final que no había merecido la pena el agobio y la prisa, y que si hubiéramos ido con paso tranquilo el tiempo se habría ajustado perfectamente a nuestras necesidades?

Hasta la próxima.