miércoles, 28 de septiembre de 2016

Pasa de ti

La clave para eliminar las dudas, las angustias, los miedos y las depresiones es no hacer caso en absoluto a nuestro ego, ni siquiera a sus aparentes "propuestas amorosas". Todo lo que se nos pasa por la cabeza es basura, de un tipo o de otro. Todas las opiniones que tenemos sobre nosotros mismos o sobre el mundo son falsas. No merece la pena considerarlas en absoluto. Piensa que, cuando el Espíritu Santo nos habla, o el Cielo nos bendice con un pensamiento de Dios, no hay ningún "yo" ahí para recibirlo, tan solo es un recuerdo de nosotros mismos, de nuestra auténtica indiferenciada, total y verdaderamente amorosa identidad. Cuando eso ocurre, nosotros no somos amorosos, porque es imposible que el ego sea amoroso. Cuando eso ocurre, nosotros somos amor, nuestra verdadera naturaleza. Por eso, el trabajo espiritual no es de "conseguir", pues solo conseguiremos ilusiones. El trabajo espiritual es de "negar", pues todo a lo que la mente tiene acceso es falso. Recuerda el viejo dicho advaita: "Esto no, esto tampoco". El trabajo es simple, se trata de descartar, que es lo mismo que perdonar. Puede parecer que esta sea una opción muy dura y radical, pero créeme, es la única alternativa si no deseas deambular persiguiendo sueños que te acabarán desengañando. E incluso eso es positivo, pues todo desengaño, bien entendido, es una magnífica lección. Todo lo bueno viene de negar al mundo en todas sus formas. Ninguna forma merece la pena. Hasta la que te pueda parecer amorosa encierra algún tipo de especialismo que te acabará defraudando. Perdona al mundo y camina con las manos vacías hacia tu Dios. No conseguirás nada, salvo perderte en Su corazón.

Te ayudará leer Texto 4, sección IV. Esto no tiene por qué ser así. y Texto 31, sección V. El concepto del yo frente al verdadero ser. Hay que leer muy despacio, sobre todo esta última sección, porque es muy densa y muy potente. Cada frase es importante.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Yo, mi, conmigo

Hay mucha gente que piensa que los debates no sirven para nada, como el autor de este interesante artículo. Ni siquiera las discusiones que mantenemos con nosotros mismos mediante el diálogo interno. El advaita y el Curso de milagros nos recuerdan que el ego no sabe nada. Así que, ¿debiéramos acaso quedarnos callados?, ¿rechazar todo lo que se nos viene a la cabeza?, ¿no leer?, ¿no pensar?

Pues en parte, eso sí que es cierto, o mejor aún, hay una manera de pensar a la que eso sí se aplica. 

Pensar es la función de la mente, que el Curso describe como el principio activo del espíritu que le confiere a este su energía creativa. Sin embargo, en este mundo ilusorio, los Hijos de Dios parecen estar separados y sus mentes no parecen estar unidas, por eso, el concepto de una mente individual parece tener sentido. En la Realidad esto no es así, pero sí es lo que experimenta en sueños la mente dormida del Hijo de Dios. 

En el Curso se describe la mente como si tuviera dos partes: el espíritu y el ego. De hecho, más que dos partes, es el resultado de una decisión que la mente toma: escuchar al ego, o al Espíritu Santo, quien nos recuerda nuestra verdadera identidad. Por eso, podemos decir que la mente tiene la libertad de elegir entre dos sistemas de pensamiento totalmente diferentes; exactamente opuestos. Cuando optamos por el sistema de pensamiento del ego, lo cual ocurre casi siempre; estamos equivocados, es decir: nuestros juicios no se ajustan a la realidad. Sin embargo, cuando decidimos escuchar a la voz del Espíritu Santo, nuestra percepción es verdadera.

Es interesante recalcar que, cuando optamos por el Espíritu Santo, no es lícito formular el viejo "yo pienso que...", porque en realidad no hay un "yo soy" egóico detrás de esa idea, simplemente hay conocimiento. El problema es que tras la separación nos volvimos maníacamente posesivos, arrogantes y narcisistas. Nuestra alocada declaración de independencia de la Realidad Divina nos convirtió en dementes separatistas reclamando una identidad propia y diferente. Nos mentimos a nosotros mismos sobre la autoría de nuestro Ser hasta conseguir perder completamente de vista nuestro verdadero origen, y este es el triste resultado. Ahora el ego se pregunta con falsa humildad: ¿cómo fue posible esto?, pues yo creo que está clarísimo. Cada vez que decimos "yo soy...", "yo pienso que...", "yo...lo que sea", estamos dando testimonio de la separación, del tremendo error que cometimos.

Por otra parte, hay que darse cuenta de que el error no fue real. Es imposible que lo fuera. Es imposible cambiar la voluntad de Dios. Es un error que simplemente ha generado ilusiones. Todo es un mal sueño del que más vale despertar cuanto antes. No nos equivoquemos amigos. Este mundo, ni siquiera en la mejor de sus formulaciones, merece la pena. Nuestra auténtica herencia es infinitamente mejor que nuestros más altos anhelos. Un desierto siempre será un desierto, porque no tiene agua. Y lo mejor que se puede hacer con un desierto es abandonarlo.


Me desengañé, eso es todo. Yo solía crear un mundo y poblarlo. Ahora ya no lo hago más. Ahora vivo en el vacío más allá del ser y el no-ser, más allá de la consciencia. No tengáis lástima de mí; ese vacío es también plenitud. Mi mente dejó de producir eventos. Mi antigua e incesante búsqueda cesó. No quise nada, ni esperé nada, ni acepté nada como mío. No quedó ningún yo por el que afanarse. Incluso el desnudo “Yo soy” se desvaneció. Otra cosa que noté es que había perdido todas mis certezas habituales. Antes estaba seguro de muchas cosas, ahora no estoy seguro de nada. Pero pienso que no he perdido nada por no saber, pues todo mi conocimiento era falso. Mi no saber era en sí mismo conocimiento del hecho de que todo conocimiento es ignorancia, de que “Yo no sé” es la única afirmación verdadera que la mente puede hacer.

Nisargadatta